¿Qué tan difícil es demostrar que uno es quién dice ser?, ¿qué tan complejo es demostrar que la persona que está frente a nosotros es quién dice ser?
Las variables tecnológicas que se suman cada día al sector financiero, representan uno de los principales retos para éste y otros sectores, que dependen del entendimiento de las necesidades de sus usuarios o clientes, para poder determinar el futuro de sus productos financieros o re-definir la forma en la que se realizan los pagos o adquisición de bienes y servicios.
Si bien la tecnología toca gran parte de nuestra vida cotidiana, desde las comunicaciones hasta la forma en la que interactuamos con otros individuos, esto ha derivado en desarrollar un “Yo” digital a la par de el “Yo” físico, lo cual trae otro inconveniente, ¿cómo puedo demostrar que yo soy efectivamente yo? y ¿cómo validar mi identidad en un mundo digital?
Existe una clara tendencia que definirá la forma en la que se realizan transacciones electrónicas en el futuro, no estamos hablando de ninguna aplicación o mejora en las funcionalidades de servicios que ya brindan los bancos o instituciones financieras, se trata de contar con sistemas biométricos que permitan validar la identidad de cualquier individuo.
Desde que se desarrolló el sistema de identificación a través de las huellas dactilares, han surgido muchas variantes y desarrollos para llegar a un mismo fin, determinar que una persona es quien dice ser. La biometría dactilar fue de las primeras en ser utilizada por su eficiencia y bajos costos de implementación, hoy los lectores dactilares se pueden encontrar en computadoras, teléfonos, edificios, gimnasios, casas, industrias, etc.; nos resulta muy familiar su uso y confiamos en la tecnología.
Sin embargo, se ha demostrado que esta tecnología se puede vulnerar con relativa facilidad y no es 100% confiable, lo que ha generado en la última década el desarrollo de nuevas tecnologías como el Reconocimiento Facial (RF), que hoy en día se perfila como una de las tecnologías de mayor valor para el sector financiero y gubernamental, por su eficiencia, seguridad y sencillez de uso, y que permite validad la identidad de los usuarios y evitar la suplantación y robo de identidad.
El principal uso para sistemas biométricos, es la acreditación de la identidad, ya que el robo o suplantación de la misma asociado a fraudes en la banca es cada vez más común, y el nivel de sofisticación para perpetrar dichos ilícitos involucra procesos de reingeniería y alta tecnificación, que requiere nuevas estrategias para validar la identidad de los usuarios bancarios.
Tan solo en México en el primer trimestre del 2018 la CONDUSEF registró 639 mil 857 fraudes asociados al fraude cibernético que equivalen a 167 millones de pesos, y estas cifras van en aumento.
Es de suponer que la evolución de la tecnología irá facilitando el proceso para dejar atrás la dependencia del dinero en efectivo, o hacer de las cripto-monedas o Cadena de Bloques (blockchain) una cotidianeidad en la manera en la que los usuarios e instituciones operan en el día a día. Mas bien, estamos hablando de un futuro donde la biometría será el canal que permita a individuos transitar en el mundo digital de manera segura. Hasta hace algunos años poder autenticar la identidad no había tenido tanto peso como lo tiene ahora el poder comprobar, que yo, soy yo, o que tú en realidad eres tú.
Tal vez parezca un concepto ambiguo pretender que la identidad digital sea tan importante como la identidad física, pero hay que considerar que la presencia digital se ha permeado en todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde realizar transacciones bancarias, generar contratos inteligentes, acreditar credenciales curriculares, o simplemente ingresar a nuestras viviendas usando biometría facial.
La identidad digital, es hoy en día tan importante como la identidad física, inclusive se perfila como una tendencia que jurídicamente puede tener más peso por la interacción que tenemos en el mundo virtual que en el físico, mi “yo digital”, es un ente con reconocimiento legal y ética digital.
Considerando lo anterior, podemos decir que el sector financiero deberá de adoptar con prontitud la tecnología de reconocimiento facial, de voz u otros que permitan generar la certidumbre y reputación que ha ido en detrimento tras ataques como los perpetrados al sistema SPEI en México, o los fraudes millonarios derivados del robo de identidad por la falta de una identidad digital eficiente y basado en biometría.
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